martes, julio 08, 2008

Sabor a Mary Jane

por Sonia M.Rosa-Vélez

En mis días de niñéz, en aquella época cuando los dinosaurios todavía habitaban las costas de Puerto Rico, las niñas de mi casa teníamos dos opciones.

Opción 1: Comprar dulces con los 10 centavos que nuestra estricta madre nos daba cada día cuando marchábamos a la escuela.

Opción 2: Utilizar los diez centavos para regresar a casa en transporte público, regresar en los odiados carros públicos. Opción que sabiamente usábamos solo cuando había mal tiempo.

Todos tenemos comprometidas una serie de neuronas en recordar sabores, olores y momentos de nuestra infancia. Me asombro con frecuencia al poder recordar con exactitud lugares, olores y sabores de aquellas épocas lejanas.

Mi Hermana mayor Cuchy y yo íbamos a la misma escuela, Cuchy estaba en sexto grado y yo en primero. Ella era mi protectora (Mi“bully” personal). Ella era del tipo “mosquita muerta” y nadie se pensaba que Cuchy peleaba como las mejores, especialmente cuando había que defenderme a mi.

Como de costumbre ella y yo nos detuvimos luego de salir de la escuela en la tienda de la 15 y pedimos 10 Mary Jane y dos maltitas. Ibamos a caminar a la casa, el camino era largo pero íbamos contentas. Tremendo desarreglo. Mami era muy estricta y en casa no se compraban dulces, excepto en ocasiones especiales. Estábamos apunto de comernos el manjar cuando escuchamos gritos, oímos disparos… Cuchy me tiró al piso y me protegió con su cuerpo. Unos hombres se disparaban desde un Jeep a un carro fue todo los que pude pude ver con una hendijita que había entre nuestros cuerpos. Cuando terminaron los disparos Cuchy tomó los bultos de ambas, los Mary Jane, me agarró de la mano y corrimos sin parar hasta la casa, pasando como dos aves en huída el cementerio municipal y el camino flanqueado de cañaverales en ambos lados.

Recientemente fui con mi hijo a una tienda de la franquicia Michael’s donde venden manualidades. ¡Que sorpresa! Al lado de la cajera registradora tenían bolsitas de Mary Jane’s. Mi hijo nunca había saboreado ese exquisito dulce de maní. Mientras comíamos juntos en el carro le conté nuestra aventura infantil y él tenía cien preguntass. La que más me llegó fue- ¿Acaso no es maltrato, el dejar a dos niñas solas caminar solas por un cañaveral? Mi respuesta fue simplista . –“Eran otros tiempos”.

Esa noche mi hermana Cuchy yo fuimos cómplices otra vez cuando rescatamos el contrabando de Mary Jane’s maltratados y los comimos sentadas hombro con hombro, mientras escuchábamos al viento golpear las guajanas de el cañaveral contiguo.

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