jueves, julio 10, 2008

No tuvo niñéz

por Sonia M. Rosa-Vélez

La muerte

Llegué al hospital junto con mi madre. Ella se quedó calmada, creo que para no asustarme. Inmediatamente le cerró los ojos y comenzó un rezo candencioso. Mi padre, había muerto.

El hijo de la hechicera

Le pedí trabajo. El sabía que mi padre había muerto y que yo era el mayor. Me miró a los ojos con odio. No entendía porque él me odiaba hasta que gritó:
-Regresa a la cueva de donde saliste. Yo nunca le daré trabajo al hijo de la hechicera.

El día que aprendí a guiar


Mi padrino, me recogió bajo su ala en la tienda de la Central. Despachaba rápido y con una sonrisa todo lo que me pedían. Un día un hombre me tiró unas llaves. Me cogió de sorpresa. El mio es el 123, estaciónalo al lado del hotel. Así aprendí a guiar camiones de caña.

La escuela


La maestra era loca conmigo, le encantaba que yo escribía bonito y que me gustaban las matemáticas. Todavía recuerdo cuando llegaba montada a caballo a la escuela. La Misis Irene Rivera.

Béisbol


El año pasado fui a visitar a mi hija. Mi nieto es pelotero, como yo, ese brazo de lanzador lo sacó de mi lado de la familia. Como aquellos días en los que practicábamos detrás de la Central. Todos éramos iguales, excepto Héctor que tenía polio. Practicamos y practicamos hasta que conseguimos salir a competir con un equipo de Aguadilla. Llegué con una alegría inmensa a decirle a la vieja, mi querida Lola que necesitaba que me comprara el uniforme. Ella no levantó la vista de las barajas que lanzaba con agilidad sobre la mesa y me dijo: No tenemos dinero para uniforme. Hasta ahí llegó mi carrera de pelotero.

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