jueves, julio 10, 2008

Manta Roja

Manta Roja:
¿Qué hubiera pasado si Caperucita Roja hubiese sido una india taína?

Por Sonia M. Rosa- Vélez


Había una vez una niña taína muy bonita. Su madre le había tejido una hermosa manta roja y la niña taína la llevaba tan a menudo que la gente comenzó a llamarla Manta Roja.

Un día su madre le pidió que le llevara una canasta llena de yucas, batatas, piñas y ajíes a la abuela que vivía en otra aldea al cruzar el río. Su madre le pidió que hiciera su caminata por el borde del río y que en la parte menos profunda del río cruzara. También le recordó acerca de la malvada jutía que vivía por aquellos lugares y que se rumoraba era tan y tan despreciable que había intentado comerse a los niños de la otra aldea.

Manta Roja recogió la cesta con las yucas y las otra delicias y se puso en camino. La niña tenía que caminar por el río para llegar a casa de la Abuelita, pero no le daba miedo porque allí siempre se encontraba con muchos amigos: el guaraguao y los zun-zunitos.

Como estaba distraída luego de que sus amigos se marcharon volando de repente vio a la jutía, que era enorme, delante de ella.

- ¿A dónde vas, niña?- le preguntó la jutía con su voz ronca.

- A casa de mi abuelita- le dijo Manta Roja, desobedeciendo los consejos de su madre que siempre le había advertido que no hablara con animales extraños.

- No está lejos- pensó la jutía peluda y apestosa para sí, dándose media vuelta y caminando desenfadada.

Manta Roja puso su cesta en la hierba y se entretuvo cogiendo flores: - La jutía se ha ido -pensó-, no tengo nada que temer. La abuela se pondrá muy contenta cuando le lleve un hermoso ramo de flores además de las yucas.

Mientras tanto, la jutía que era muy astuta se fue a casa de la abuelita, llamó suavemente a la entrada del bohío y la anciana le abrió pensando que era Manta Roja. Un guerrero que pasaba por allí había observado la llegada de la infame jutía.

La jutía devoró a la abuelita y se puso el collar de camándulas de la desdichada, se metió en la hamaca, se arropó con una manta negra y cerró los ojos. No tuvo que esperar mucho, pues Manta Roja llegó enseguida, toda contenta.

La niña se acercó a la hamaca y a pesar de la oscuridad del bohío vio que su abuela estaba muy cambiada.

- Abuelita, abuelita, ¡qué ojos más chiquitos y brillosos tienes!

- Son para verte mejor- dijo la jutía tratando de imitar la voz de la abuela.

- Abuelita, abuelita, ¡qué orejas más chiquitas y peludas tienes!

- Son para oírte mejor- siguió diciendo la jutía.

-Abuelita que naríz tan grande y negra tienes.

_ Es para olerte mejor- susurró la jutía.

- Abuelita, abuelita, ¡qué dientes más grandes y afilados tienes!

- Son para...¡comerte mejoooor!- y diciendo esto, la jutía malvada que nunca saciaba su hambre se abalanzó sobre la niñita y la devoró, lo mismo que había hecho con la abuelita.

Mientras tanto, el guerrero se había quedado preocupado y creyendo adivinar las malas intenciones de la jutía, decidió echar un vistazo a ver si todo iba bien en el bohío de la abuelita. Pidió ayuda a un naboria y los dos juntos llegaron al lugar. Vieron la puerta de la casa abierta y a la jutía tumbada en la hamaca, dormida de tan harta que estaba.

El guerrero sacó su macana y comenzó a darle golpes al vientre de la jutía. La jutía despertó sorprendida y adolorida. Entonces el naboria le abrió el estómago con su hacha. La Abuelita y Manta Roja estaban allí, ¡vivas!.

Para castigar a la malvada jutía, el guerrero la arrastró hasta donde estaba el behique de la aldea que después de llenarle el vientre de piedras y cerrarlo, le lanzó un hechizo. Cuando la jutía despertó de su pesado sueño, sintió muchísima sed y se dirigió a un estanque próximo para beber. Como las piedras pesaban mucho, cayó en el estanque de cabeza y se ahogó. Cuentan los que pasan por aquel río que la jutía vive atrapada en las profundidades del río y que no puede salir a la superficie a pesar de sus esfuerzos.

En cuanto a Manta Roja y su abuela, no sufrieron más que un gran susto, pero Manta Roja había aprendido la lección. Prometió a su abuelita no hablar con ningún desconocido que se encontrara en el camino. De ahora en adelante, seguiría las juiciosas recomendaciones de su abuelita y de su mamá.

El guerrero quedó prendado de Manta Roja y rápidamente habló con la abuela para que llegado el momento Manta Roja fuera su esposa. Es de ahí en adelante que los taínos decidieron ser enemigos de las jutías cazarlas y comérselas.

FIN

No hay comentarios.: