miércoles, abril 30, 2008

Monstruos (Cuento)


Por Sonia M.Rosa-Vélez

Esto de tener sueños malos me persigue desde que era chiquito. Hoy a mis dieciséis años de edad te puedo decir que no es fácil, tener que batallar los monstruos en las noches de tú niñéz. Por lo menos tengo el consuelo de tener padres creativos que me han ayudado en esta lucha.

Todo comenzó cuando solo tenía cuatro añitos, lo recuerdo con claridad, como si fuera ayer. Había pasado el huracán Georges y entre la destrucción y cambios al paisaje que dejó en nuestra aldea, también dejó a un grupo de monstruos.
La aldea, era un lugar tranquilo previo al huracán. Todos jugábamos en casa de todos. Y aunque yo no era pariente de ninguno de aquellos chicos ellos eran como mis primos. Era un lugar seguro, libre de monstruos.

Los monstruos comenzaron a salir de debajo de mi cama solo tres días después del huracán. Toda la aldea estaba a oscuras y luego de jugar un ratito en la oscuridad todos nos íbamos a dormir temprano acompañados por nuestras linternas de mano. Mis padres estaban acostados y casi inmediatamente pude escuchar el ronquido a dúo de mis padres que tanto me confortaba.

Solo pasaron unos segundos cuando los escuché por primera vez. Se reían, con risas burlonas, chillaban y se movían en puntitas de pies, como para que yo no los oyera, pero yo estaba despierto y los había escuchado con claridad. Rápidamente busqué mi lámpara de mano, la encendí y los vi por primera vez. Un grupo de monstruos se paseaba por debajo de mi cama, se asomaban y me miraban con miradas burlonas. Sin pensarlo dos veces grité:-¡Maaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaami, Paaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaapi, Maaaaaaaaaaaaaaaaaaa, Paaaaaaaaaaaaaaaaa!
Ambos llegaron al lado de mi cama en segundos. No sabía que mis padres eran tan veloces. Llorando, casi sin poder hablar les dije:
-“Hay unos mons, mons, monstruos debajo de mi cama”-

Ellos buscaron y buscaron pero se habían esfumado. Me preguntaba: ¿Habría monstruos debajo de las camas, vecinos y casi primos Victor y Alex? Mis padres me creyeron aunque sabían que era un niño con una saludable imaginación.

Yo comencé a demandar desde ese momento que mis padres alquilaran los servicios de un cazador de monstruos. Alguien super-fuerte y super-valiente tenía que venir a protegerme de estos fastidiosos monstruos.

Todas las noches a la misma hora venían los monstruos a visitarme. Ellos se veían tan cansados como yo. Eran destructivos, su propósito era destruir mi cuarto y mis juguetes. Mis gritos se escuchaban por toda la aldea. Lo habíamos intentado todo. Mi padre durmiendo conmigo, mi madre durmiendo conmigo, los tres durmiendo juntos, dormir en casa de los vuelos, teses medicinales, oraciones especiales al ángel de la guarda, cambiar todo de lugar en mi cuarto…

Ya estábamos sin recursos cuando un día mi madre dijo. -”Necesitas tus propios monstruos. Monstruos buenos, guerreros que te protejan de estos fastidiosos monstruos que pretenden mudarse a vivir debajo de tú cama”- dijo ella, como si los monstruos buenos se consiguieran anunciándose en las páginas amarillas. Grande fue mi sorpresa cuando ella llegó a la casa ese mismo día con una sábana. Una sábana llena de monstruos. Criaturas de todo tipo y de todos los colores, un dragón humeante como chimenea y dos pececitos muy simpáticos que me preocuparon desde la primera vez que los vi. Mi madre estiró la sábana frente a mis asombrados ojos de niño de cuatro años y me dijo:- “ Juanchi Bercedoni, estos son tus monstruos. No te engañes, los que se ven más buenos y simpáticos son los más peligrosos. Esos dos pececitos tienen el poder de convertirse en pirañas del Amazonas, en ballenas asesinas y en los más feroces tiburones caribeños, que de una mordida se pueden devorar a cualquier monstruo”. –“Todos los días- dijo ella muy solemne-“ vas a tender tú cama con esta sábana poderosa”. –“Estos son tus monstruos que te protegerán de noche y batallarán hasta que expulsen a todos los monstruos que quieren vivir debajo de tú cama.”

Mis monstruos tuvieron que pelear tres noches corridas contra los monstruos invasores. Cuando yo los sentía llegar, me arropaba con mi sábana protectora y mis monstruos, sin mucha prisa se despegaban de la tela y peleaban como fieras !Qué batallas! Mis favoritos eran los peces. Tenían una estrategia perfecta al lucir tan buenos y luego transformarse en gigantes hambrientos del Mar Caribe. Miraba las batallas campales por una hendijita de la sábana, temblando en un esquina de la cama, calladito mientras mis monstruos regresaban a la cama conmigo victoriosos. Luego de la batalla se sentían calientitos y yo me acurrucaba con ellos a dormir. Y dormía como un rey protegido por su propio ejército.

Desde entonces no me han vuelto a visitar ningún tipo de monstruo. Nunca olvidaré las batallas de las que fui testigo durante aquellas noches.

Todavía tengo mi sábana anti-monstruos guardada en el clóset del pasillo. Se que mis monstruos están ansiosos, aunque descansados esperando la próxima invasión.

No hay comentarios.: