martes, junio 03, 2008

Llorar arruina el maquillaje

Sonia Migdalia Rosa-Vélez

Llorar es un estilo de vida para muchos, una necesidad para otros y en realidad un dolor de cabeza para un pequeño grupo de humanos. Pertenezco al tercer grupo para los que llorar es literalmente un dolor de cabeza.

De acuerdo al Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (y olé) la palabra llorar tiene varios significados. El verbo llorar proviene del latín plorāre y significa derramar lágrimas. También significa sentir vivamente algo, manar de los ojos un líquido y por último los eruditos de la Academia definen al verbo llorar como: encarecer lástimas, adversidades o necesidades, especialmente cuando se hace importuna o interesadamente. Todos hemos conocido a un llorón/llorona de este tipo, que simplemente se lanzan al ataque y la lloradera con la más mínima provocación tras uno simplemente darle la cortesía de un: - Buenos días. ¿Cómo estás?

He estado obsecionada con el tema de las lágrimas desde niña. No fue fácil pasar cuarto grado, una pesadilla en realidad, con un grupo de maestros que me aterraban, mi propensidad a llorar y un grupo de chicos que me bautizaron “la lloroncita”. Mis niveles de estrés eran tan altos que lloraba a la menor provocación. Fue a tan temprana edad que decidí comenzar mi lucha contra las engorrosas lágrimas. No podía vivir el resto de mi carrera escolar atada al mote de “ la lloroncita” y declaré la guerra contra las lágrimas a esa tierna edad.

Leí hace un tiempo atrás sobre un estudio que se realizó en 1999 por William H. Frey II, Ph.D y un grupo de colegas. Durante el mismo, el galeno descubrió que a los hombres no les gusta participar de este tipo de experimento (qué sopresa) y que las mujeres lloran 5 veces más que los hombres. O sea que las mujeres lloramos 5 veces por mes cuando los hombres no lloran nunca o lloran .5 veces lo que es estadísticamente insignificante. Sus hallazgos concluyen que los episodios de llanto duran alrededor de 6 minutos y este tiempo es similar para hombres y mujeres. También concluyó que los humanos somos más propensos a llorar entre las 7 y las 10 de la noche. En ese lapso de horas solo Dios sabe la razón todos lloramos con más facilidad. No existe ninguna correlación entre la edad y la frecuencia del llanto. Aunque para aquellos que hemos pasado por noches en vela junto a un bebé con cólicos llorando a lágrima viva nos parece errada la conclusión. El estudio reporta que 86% por cientode las mujeres y 73 % porciento de los hombres reportaron sentirse mejor luego de llorar.


!Mentiras! Grité al leer las últimas conclusiones del estudio de Frey sus ocho colegas. Mi experiencia siempre ha sido negativa después de llorar. Un dolor de cabeza de grandes magnitudes surge después del llanto, sin mencionar la congestión nasal, dolor de garganta, hinchazón facial, dolor de estómago, etc. He pasado tres cuartas partes de mi vida luchando en contra de las invasoras lágrimas y ha sido una lucha que en la mayor parte las ocasiones he perdido. Así que tratando de mantener un control desarrollé dos simples reglas para el derrame de las impertinentes lágrimas. Regla #1: Nunca llorar en el trabajo. Esta regla la violé el 11 de septiembre de 2001 cuando lloré sin pena frente a mis compañeros de trabajo mientras mirábamos la muerte y la destrucción en Nueva York. Regla #2: No llorar frente a extraños. He perdido la cuenta de las veces que he violado esa regla.

Fue grande mi alivio cuando descubrí el estudio del grupo de investigadores brasileros, realizado en el año 2003 y lidereado por YD Fragoso que confirma lo que ya había experimentado por tantos años. Aunque se ha reportado muy poco en la literatura médica, Fragoso descubrió que llorar dispara en 55.3 porciento de los participantes una serie de mecanismos que precipitan las migrañas y dolores de cabeza muy similares a los dolores de cabeza causados por tensión.


Ya, confirmé sin lugar a dudas que para mí y otro cincuenta y tanto por cierto de la población llorar no es ningún alivio. Para una llorona semi-profesional como yo, noten que me gradué de lloroncita a llorona, hay consuelo en los números. Como ya les conté mis reglas anti-llanto no han funcionado efectivamente hasta ahora. Cuando llegue el golpe de agua, solo me queda el ser mujer, abanicarme los ojos, tratar de darle reversa a las lágrimas y repetir como quien repite un mantra: - “no llores que llorar arruina el maquillaje”.

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